01 abril, 2014

La maldición de todo mortal

Todos convivimos con una extraña maldición, desde que nacemos, hasta que morimos. A medida que van pasando los años, que vamos comprendiendo de una forma mucho más racional el por qué de las cosas... No. No quiero mentir. No mejora. Siempre empeora, porque cada día que pasa es tiempo que te es robado. Y la maldición siempre se cumple.

No importa lo mucho que quieras o que te importe algo, siempre se acabará. En esta vida, todo tiene fecha de caducidad: la amistad, el amor, la vida... Absolutamente todo caduca. Algún día, perderás a aquella persona - o animal - que más quieras en este mundo. Ni tú ni nadie podrá detener esa maldición.

Eso no quiere decir que no puedas controlarlo.

No hace mucho me preguntaron qué se podía hacer para desengancharse de alguien. No intento parecer una listilla al decir que no tardé más de 30 segundos en contestarle. "Suprimir la expresión y revaluar las emociones. Centrarse en lo negativo de la revaluación y comenzar valuaciones alternativas".

Los seres humanos formamos parte de una especie que es mucho más emocional de lo que biológicamente le conviene. Disfrutamos más, racionalizamos aquello que nos produce placer y aquello que nos repugna. Por desgracia, esta parte también incluye que suframos más por hechos que, a la hora de analizarlos fríamente, no deberían afectarnos tanto. Ninguna especie sufre tanto como nosotros cuando perdemos a alguien. Cualquier animal lo vería absurdo. Somos más de siete mil millones de personas en el mundo y nos dedicamos a llorar por uno en lugar de buscar un reemplazo, de intentar adaptarnos cuanto antes a una nueva persona que ocupe su lugar y cumpla sus funciones.

No es para tanto. Nadie es tan único, especial o inigualable. Solo que somos tremendamente impacientes, cabezotas y masoquistas. Tanto que nos repetimos constante e inconscientemente el mismo mantra: "No habrá nadie como él/ella".

Visto así, suena fácil. Tal vez demasiado para una persona socialmente correcta, ¿no? Debemos sentir y sufrir las pérdidas. Es lo correcto. Y no te digo que no, pero ¿quién te ha dicho eso? ¿Acaso crees que has nacido con ello, que es una cualidad innata en ti? ¿Que forma parte de lo que nos hace humanos? Piensa detenidamente. Es natural echar a quien no está de menos, pero ¿realmente es necesario el drama?

Seguramente responderás que sí, porque no puedes evitarlo. Porque tu mente ya ha dedicado varios años a construir una estructura dentro de ella que te diga cómo debes actuar y sentir en la situación X y la situación Y. Y por más que los poetas y los literatos luchen por afirmar que sentimos con el corazón, lo siento; eso solo es un síntoma. Sentimos con el cerebro. Y una vez fija ciertos bloques, me temo que no podrás cambiarlos. Solo controlarlos.

Así que te daré el mismo consejo que le di a mi amigo. Si necesitas desprenderte de algo, primero suprime toda expresión de tu rostro. Que no se note. Si los demás no lo perciben, poco a poco tú te irás convenciendo de que no existe. Después, revalúa lo que sientes. Hasta qué punto te es útil sentirlo, busca todo aquello que encuentres absurdo, ridículo, inútil y hasta humillante.Y cuando ya lo tengas bien memorizado, intenta buscar cualquier cosa que ocupe tu mente. Otra persona, otro animal, otra actividad. Distráete. Porque inevitablemente, volverás a recordar todas las cosas buenas y te juzgarás duramente por haberlo abandonado.

Todos tenemos que vivir con nuestra maldición, pero eres tú quien decide hasta que punto eres preso de ella.
Con la tecnología de Blogger.