06 junio, 2014

A veces, hasta te mataría

Sí. Suena sádico, cruel. No es el típico mensaje que se suele lanzar a que los demás lo lean así como así. Pero he llegado a tal punto de confusión mental que me da igual.

A lo largo de este blog he ido escribiendo diversas entradas con pensamientos más o menos profundos que me iban surgiendo sobre la vida; sobre cómo debería haberla vivido o sobre cómo debería afrontarla de ahora en adelante. Me parece recordar que este blog empezó cuando yo tenía unos... ¿16 años? Puede ser.

No me considero mucho mayor ahora, pero tengo claro de que algo ha cambiado. Obviamente. ¿Quién querría seguir  siendo quien era a los dieciséis? Todo ese acné, cambios de humor, cambios físicos que no te acababan de convencer... Todo ese tema de las primeras veces que parecen surgir todas de golpe: La primera vez que rechazas, que te rechazan, que te enamoras y que te desenamoras. 
Pero, ¿realmente supimos reconocer el amor?



Yo creí que sí. Sabía exactamente cómo era. Sabía como eran sus ojos, sus labios, el color de su pelo. Su estatura, sus manos, su risa. Me conocía al dedillo cada detalle de su personalidad. Era como si poco a poco fueras memorizando a una persona hasta que llegabas al punto de saber lo que iba a decidir antes de que ella misma lo decidiera. Estoy segura de que el que este leyendo esto sabe de qué estoy hablando: acabáis de pensar en alguien.

Ahora bien, más tarde te das cuenta de que no. De que realmente el amor no tiene un cuerpo específico, ni unas manías que complementen a las tuyas. Es como el aire, no tiene forma, pero notas que está ahí, delante de ti. Y a veces, desaparece. Sin más, sin dejar rastro.

Tres años después de creencias sobre que el amor "surge", cambié a la filosofía de que el amor se "construye". Buscas a una persona que se parezca a ti, que os podáis complementar y que os llevéis bien. No tenéis ningún problema en ser amigos. Y, sorprendentemente, notáis un mínimo de atracción física. De los tres pilares necesarios para una relación (amor, amistad y deseo), tenéis dos. ¿Qué os falta? Una simple descarga de oxitocina que no se produce. 



A pesar de todo, empezáis a pasar tiempo juntos. Os acostumbráis a la cercanía del otro, coordináis vuestros movimientos: todo en vosotros parece que lleva el titular de "pareja perfecta". Y aún así, sigue faltando algo importante que los dos notáis. Miráis a la otra persona pensando: "¿Es esto todo lo que puedo obtener?". Pero la esperanza - o el orgullo - os sigue jugando malas pasadas, y seguís esforzandoos para que eso funcione. Hasta que llegue el día en el que dimitiréis de esos sentimientos, y os consolaréis diciendo: esto es lo que todo el mundo NECESITA. No quiere. No ama. No desea. Pero sí necesita. Porque es vuestro antídoto para la soledad.

Una vez pasa el tiempo y vives ambas cosas, te planteas hasta que punto se puede considerar esa relación necesaria, y por qué parece que todos tenemos tanta prisa por encontrar el amor. Nos volvemos tan ciegos buscándolo que tememos no encontrarlo nunca y terminamos con lo que creemos que necesitamos. Me recuerda a cuando buscamos algo que queremos por los cajones de la habitación y nos distraemos con alguna otra cosa. Y ya dejamos de buscar. Nos quedamos con lo nuevo.

Por muchas cosas que escriba, nada va a cambiar. Todos vamos a seguir actuando igual; no porque sea un error innato de la especie humana, sino porque estamos mentalizados de esa manera. Creemos que es lo correcto. Cuando hacemos sacrificios por alguien a quien queremos nos sentimos bien, ¿verdad? Parece que debemos estar orgullosos de ello. De dejar a alguien a quien queremos por el daño que podamos causarle. Eso es de héroes y heroínas. Y sí, yo lo aplaudo, requiere de fuerza de voluntad saber decir no a lo que más quieres.

Pero cuando lo haces, será la otra persona la que realmente pase página y te supere, porque tú, con todos tus deseos de ser fuerte, valiente y capaz, te has hundido en el fango de la confusión. Has hecho algo bueno, pero te arrepientes de haberlo hecho. ¿Te convierte eso en una mala persona? Tal vez lo seas.

Todos hemos hecho daño a alguien alguna vez. Ahora es cuando alguien piensa: "A lo mejor era por un buen motivo". Bien, estás pensando que el fin justifica los medios, y ya sabrás que esa frase existe para apalear los sentimientos de culpabilidad de alguien.

No es malo que sintamos culpabilidad. Es malo que huyamos de ella.

¿Veis? A veces, hasta me mataría.




1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace nada, estuve discutiendo con una amiga EXACTAMENTE de lo mismo! Totalmente de acuerdo contigo!!

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.