28 agosto, 2012

Retorno

¿Sabéis? Uno de los deseos más codiciados de la humanidad es ser capaz de volver atrás en el tiempo y remendar los errores del pasado.



Yo no soy menos que ese 99,99%. Yo daría lo que fuera por girar las agujas del reloj una y otra vez hasta pasar años y años para resolver cosas. Sí, errar es humano. Perdonar, divino. Esa divinidad me ha faltado muchas veces por orgullo, y mi errar se convirtió en algo peor que de humano. Pero hay muchos tipos de errores.
Errores que me gustaría haber cometido antes. Errores al callarme ante una discusión, a tragarme la rabia y soltarla toda como lágrimas en un cojín. Errores de fingir ser quien no era. Muchísimos.
Habrá gente que no le guste el cambio que puede dar una persona cuando estás a su lado. Es decir, habéis pasado un tiempo juntos, te habías adaptado a su forma de ser y de repente... ¡plof! Cambia. Y aseguras que no entiendes nada, pero probablemente porque una pequeña parte de ti comprende que ese cambio era necesario y no lo quiere aceptar.



En la vida, todo cambia. Los días de la semana, la estaciones del año, las arrugas en la cara y las rutinas de cada generación. Siempre he considerado más fuerte y más capaz a la persona que más rápido se adapta a dichos cambios. Ahora bien: admiro muchísimo a las que NO lo hacen. A las que no se adaptan. A las que siguen luchando duro todos los días de su vida por no aceptar lo que ya está decidido.

Sí, son dignas de admiración. Son personas tenaces, pero a la vez, tremendamente cobardes. Cuando antes asuman la verdad,  que muchas pero que muchísimas veces no puedes hacer absolutamente nada... Cómo quedarte sentado en una silla negra y dura mientras todo el mundo te rodea y te dice cosas que no comprendes, que no quieres asimilar... Y tú mientras miras ese punto por el que no eres capaz de cambiar, que no eres capaz de aceptar que vaya a desaparecer de tu vida...

A veces... Tienes que soltarlo.



Dejar que te lleve la corriente, que te arrastre. Que te ahogue, que te remolque a lugares distintos que no conoces. A veces, para encontrarte primero has de perderte por completo y no tener la más remota idea de por dónde empezar.


Y es por eso, por lo que ahora, después de esta reflexión, me coloco en el 0,01% de personas que les gustaría tener otra clase de capacidad. Ser un poco camaleónica, por ejemplo.



0 comentarios:

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.